lunes, julio 11, 2005

Volver a la realidad

Llegar otra vez fue genial, eran mis amigos de siempre, iguales a mí, al más puro estilo Ataque 77, creyéndonos pendejos cuando en realidad ya no lo éramos.
Estuvismo jugando a los comandos por el segundo piso de nuestro ex colegio, que tanto amenazó con echarnos, pero nunca lo hizó... por suerte. Fumando marihuana nos llegó a todos la nostalgia, como a todos los que entran a la Universidad, llevan un par de meses y ya quieren volver a la casa con los papás.
El colegio en realidad era fácil, carretes alternativos todos los fines de semana, sin preocupaciones de nada.
Es realmente triste sentirse aislado de la sociedad. Después de haber sido más que popular en el colegio, llegas siendo un provinciano y más encima mechón. Yo por lo menos me habría quedado en Castro toda la vida, era el lugar que yo más amaba, me iba a mochilear allí desde que estaba muy chica, era un lugar místico, estaba lleno de hippies, un día uno de ellos me regaló un pan, cuando estaba sin plata y sin comida. No soy religiosa ni nada, pero a mí ese día me salvó del hambre un hippie igual a Jesús.
Todas la noches oíamos a un viejo que tenía como 100 años y nos contaba historias del Trauco, la Pincoya y todos esos seres mitológicos, a los cuales nunca les tuve miedo, porque andaba lo suficientemente estimulada como para vencerlos a todos.
El Jorge siempre fue el más alucinado de todos, yo creo incluso que él tenía sueños eróticos con la Pincoya.
- Aída te juro que veo a la pincoya.
En todos los carretes era lo mismo, él siempre la veía. Nosotros nos reíamos y Jorge lloraba desconsoladamente.
Yo nunca la vi, pero tenía otro tipo de alucinaciones, los fantasmas nacían entre canciones de la Janis y los Jaivas.
El Jorge siempre daba vueltas, de lo puro emocionado que se ponía después de fumar. Con el Guille los salimos a buscar después de una hora, nos asustó y pensamos que le había pasado algo. Lo encontramos con pálida bajo un árbol, le apretamos la guata para que pudiera vomitar lo que le quedaba en el estómago, pero el muy tonto vomitó al Guillermo. Después de eso nos quedamos bajo el árbol sentados, más que nada esperando que el Jorge despertará. Nos fumabamos un cigarro y apareció una señora típica de Chiloé.
- Pobre niño.
Se sentó al lado del Jorge y le empezó a cantar en un idioma que no conocíamos, tal vez si se hubiera dado cuenta que el jorge estaba tirado en el suelo de volado y no de enfermo, se habría ido en el mismo momento. Estuvo con nosotros hasta que amaneció y lo único que hacía era decirnos que nos cuidaramos.
La señora nos dió una tranquilidad alucinante, nos hablaba como nadie nos había hablado y me di cuenta que quería un montón al Guillermo y al Jorge.
El Jorge aún no despertaba cuando la señora nos dijó.
- Cuidense mucho, no lo olviden. mira que yo perdí a mi hija y mi marido por ser una descuidada.
Se despidió de nosotros con un movimiento de manos y comenzó a caminar por el mar, el Jorge despertó y los tres veíamos como ella flotaba por sobre el agua. No sabemos si fue nuestra alucinación o realmente ocurrió. Sólo se que eso nos unió más que nunca.
Ahora que recuerdo todo eso, me doy cuenta que maduré... aunque sea un poco, ya no estoy tan pegada con drogas, tengo otros placeres más grandes.
Estamos en la casa del Guille, todo el curso, yo me estoy tomando un golpeado y al otro extremo el Jorge le cuenta a la Carola sobre la carrera por la que alucinó toda la vida, Ingeniería en Sonido y sobre lo linda y entretenida que es la Universidad Austral.
Es igual que en el colegio, cada loco con su tema, pero la diferencia es que ya nadie es igual.
El Guille saca y saca copete, tal vez para que no salgamos pelando. Se ven todos un poco desconcertados, ya no tenemos los mismos temas de conversación.
Prefiero recordalos como antes, como los amigos que nunca olvidaré, recordarlos como las personas con las que viví los mejores momentos de mi vida.
Tengo que volver a mi casa, mañana es domingo tengo que estudiar Derecho Civil y en la noche volver a mi nueva casa para comenzar mi vida universitaria, otra vez el lunes. Por fin me doy cuenta que tengo que volver a la realidad.
1999

lunes, julio 04, 2005

Victimas y victimarios

Sacar cálculos de los heridos... cuesta; Los problemas abundan, ya sea por política, religión, fútbol o por la pelea típica de cuál quiere más al otro.
La Andrea se defiende y tiene sus ideas claras, lo más obvio es que maneja a Roberto como quiere, en realidad no lo maneja, sólo busca su bien, tal vez lo quiere, aunque se pongan el gorro hasta las patas, nunca han hablado de pololeo, pero llevan más de un año juntos, en una relación un poco rara, en donde poco se respetan, pero es probable que se quieran.
Al contrario pasa con Alberto y Marcela. Todos sabemos que el Alberto está enfermo de la cabeza, se descontrola con unos cuantos copetes o algunos pitos y de enfrenta con la pobre Marcela, ya que la tiene más a mano. Por su parte la Marcela es otra enferma, deja que le peguen. Dicen que se quieren, tal vez sacándose la mierda se demuestran amor. Creo que ella sólo busca alguien que la quiera, el pololeo más erio que tuvo no resultó y la dejó con una hija a los 16 años, han pasado algunos años de eso y aún sigue buscando alguien en quien apoyarse o tal vez alguien que le saque la cresta.
Ese día llovía torrencialmente. Estabamos bien, yo conversando con el Antonio, sobre lo raro que es el clima.
- Me encanta la lluvia
- Yo la odio
Roberto estaba con un vaso de vino tinto y un pito en las manos y además conversba con el Luis. Salí a la calle unos minutos y vi a la Marcela con Alberto. Yo sólo quería un helado, lo fui a comprar y lo disfruté bajo la lluvia. Volví y ya todo estaba muriendo, me quedé un rato afuera. En ese momento la Marcela llegó corriendo y sangrando de la nariz, con un rasguño en el cuello y un cototo en la frente, lo más leve era todo la ropa con barro.
- ¿Qué te pasó?
Se puso a llorar como una idiota y la llevamos al baño, le lavamos la cara y nos contó que se habían puesto a pelear, que Alberto la había botado y le había pegado, todos la consolaban. Mientras tanto, en el living divisé a la Andrea y Roberto.
- Puta Roberto, córtala.
La empezó a besar y a darle miles de abrazos.
- Roberto... córtala, me tienes aburrida
La Andrea le pegó una cachetada y le dejó los dedos marcados en la mejilla, entonces él se puso a llorar.
- Andrea, te amo. ¿Por qué me pegas?, ¿ya no me quieres?
El escándalo fue grande, los vecinos salieron de sus casas y nos amenazaron con llamar a lo pacos.
La Andrea lo llevó a su casa, lo acostó en el sillón y le contó un cuento para que se durmiera. Parecía su madre, tal vez eso era lo que buscaba, ya que la de él había muero de cáncer cuando él tenía sólo 11.
La Marcela seguía llorando.
- Marcela si te veo otra vez con el Alberto, olvidate de nuestra amistad.
Al parecer cuando le pegan a una mujer, la costumbre es obvia si es que ella no se defiende, tal vez somos todos algo sadomasoquistas, pero lo que es claro... ella no se defendía.
Al otro día todo se había calmado, caminamos por la calle mayor y ahí estaban, Alberto con la Marcela, y la Javi hija de la Marce caminando como una familia feliz y a unos metros la Andrea y Roberto. Parecían seres normales. Pero al atardecer todo cambiaba otra vez y las mutaciones comenzaban como todas las noches.
Por algo dicen que a golpes se aprende