martes, junio 28, 2005

Los fantasmas me persiguen

La verdad es que estoy en un trance muy malo de mi vida. Busco lo mejor para todos, pero no para mí.

Los fantasmas me persiguen y eso me tiene un poco asustada, creo que la verdad todo se me saldrá de las manos y eso no es lo que quiero.

A veces no es lo mejor ser tan buena. Me gustaría ser la más pérfida de las pérfidas. Ese es mi trabajo por ahora.

lunes, junio 20, 2005

Realidad Virtual. Parte II

Cuando el Honorato llegó a la Villa, causó estragos entre las mujeres, lo encontraban lindo y una infinidad de cosas, conmigo fue todo lo contrario, ya que me cayó hasta mal. Las otras 3 amigas comenzaron con las apuestas de quién se lo agarraba primero, al final las 3 lo hicieron, menos yo.
El día del carrete final por fin había llegado, después de almuerzo el Honorato llegó a mi casa, sólo para decirme que finalmente sus papás no llegarían en la noche y que prestaría su casa para el gran carrete. Estuvo toda la tarde conmigo, estuvimos en mi pieza viendo un par de videos de música.
Me metí en la tina y ahí me quedé por largo rato.
Tal vez era un cambio demasiado radical, de pasar a estar todos uniformados, a ser todos distintos. Quería dejar por primera vez en mi vida el futuro de lado y pensar en lo que me estaba pasando ahora.
Me salí de la tina y me vestí, le pedí platas a mi papás y le me fui a la casa del Honorato, ya que teníamos que ordenar la casa para que nada malo pasará en la noche. Después de todos los arreglos vimos “El Club de la pelea” en el HBO.
El primero en llegar fue el Payno con la mochila en sus hombros y un cuete en la mano, ese era el comienzo del carrete más inolvidable. Yo ya estaba lista para comenzar el carrete y creo que no necesitaba fumar nada más, ya estaba bien. No sabía que me pasaba, pero comencé a apretarle la mano al Honorato y fue con desesperación eléctrica, creo que me estaba volviendo una angustiada.
Estaban circulando un par de pitos por el living, y la verdad es que supuestamente era a la americana y todos iban para la mano derecha, el problema fue que la mayoría de las colas terminaron en mi estomago. Sacaban mucha marihuana, y en uno de eso momentos de solidaridad, el Payno me regalo uno para mi sola.
Comencé a entrar en otra dimensión, todos gritaban y bailaban y yo estaba en una esquina del sillón acurrucada. El Payno bailaba Bob Marley y todos estaban volados. Me caí de rodillas al suelo, la cabeza me daba vueltas, me tomé un vaso de pisco puro y me senté en la taza del baño, mientras miraba como la tina se llenaba de agua. Fui al patio, me acosté en el pasto, había pocas estrellas y saltaban entre sí, las nubes iban y se devolvían, los ovnis pasaban muy rápido.
Entré a la casa y otros pitos siguieron dando vuelta, miré a la Riba y estaba con pálida vomitando en el baño, mientras el Osler le apretaba la guata, luego se fueron a la pieza de la empleada y ahí se perdieron.
El oso de peluche de la Eugenia, mi cuñada, se movía como un animal de verdad. Había decidido no fumar, porque sentía taquicardia, así que el Honorato me tomó la mano y me llevó al patio. En el cuarto estaba el Payno y el Sándalo con 2 minas desconocidas, aspirando coca e intercambiándose parejas, era algo asqueroso. El Honorato me llevó al living, quedaban menos personas.
Quería ver tele, pero estaban los amigos con unas tipas que no conocía, fumando a la lo hippie y sacándose la ropa, volví al sillón y sólo quedaban 3 personas, entre ellas el Honorato, le di un beso al dueño de casa y cuando terminamos los otros 2 se habían ido. EL aburrimiento nos hizo despedazar unos cogollos que estaban encima de la mesa. Estaba muy mal y sólo escuchaba el latido de mi corazón, veía ánimas revoltosas por todos lados, todo era una realidad virtual, ya que volaba con ellas. Él me hacía cariño en el pelo y sentía una descarga eléctrica en todo mi cuerpo, me dieron escalofríos. Jugué con mis dedos como 30 minutos y Honorato me salvo de quedar pegada por toda la noche con el movimiento de dedos.
Sonó una canción de Nirvana, “Rape me” y Honorato me dijó:
- Rape me
- Bueno.
Subimos al segundo piso de la mano, nos sentamos en su cama y era todo lejano, como estar viendo una película.
Lo hicimos entre las miradas atentas de los Chanchos en Piedra, James Brown y los Tetas, algunos se reían y otros nos ignoraban. El KVzón al fondo de la escalera me apuntaba con el dedo.
Nos vestimos, nos besamos y bajamos, me senté en el sillón y me comí todas las papas fritas que quedaban. Noción del tiempo no tenía, pero todos se estaban yendo. Yo estaba viajando de mi viaje a las estrellas.
El Honorato y yo quedamos solos, miré la mesa y estaban los cogollos que habíamos despedazado, nos fumamos un canutón, me saqué la ropa y me metí a la tina, el Honorato hizo lo mismo, estuvimos mucho tiempo ahí. Luego nos vestimos y me fue a dejar, el sol ya había salido y seguíamos tan volados como antes.
Con los viajes, las trancas que siempre has tenido se pasan, haces las cosas que siempre has querido hacer sin tenerle miedo al ridículo.
Nos fuimos flotando a mi casa, al llegar nos dimos un gran beso. Cuando entré en mi pieza y estaba casi en la tierra, ya no estaba en la realidad virtual y recién ahí me di cuenta que ya nada sería igual.
1998

lunes, junio 13, 2005

Realidad Virtual. Parte I

- ¿Qué harías si en 3 días se acabará el mundo?
- No sé, en el planeta quedaría la caga, pero yo me acostaría con la 1º tipa que se me pasara por delante.
El Payno sólo pensaba en sexo, sus neuronas no podían procesar otras cosas.
- Yo probaría todas las drogas que tenga a mano, hasta pasta base jajaja. Tomaría copete hasta quedar muy curado y le pegaría a los pacos
La verdad es que nunca había pensado en algo así, pero tampoco se me ocurría una solución rápida para esa respuesta.
Cada vez que pensábamos en el acabo de mundo nos reíamos mucho y las ocurrencias eran lo más extraño. El problema era que estábamos pasando por un período de viajes drogadictos que no terminaban y seguíamos sólo para llegar a una alucinación totalmente buena, o a una realidad virtual que andábamos buscando. El problema es que la resistencia no era mucha y los problemas adversos eran obvios, muchas pálidas y vómitos.
Todos los carretes pasados eran geniales, escuchando Bob Marley o la Janis Joplin, pensando de verdad estar en Woodstock o Piedra Roja, ya que en ese momento éramos todos muy hippies.
El problema era siempre juntar plata, pero siempre salían unas buenas promociones para los que tomaban copete, aunque ese no era mi caso, pero siempre el lado del carrete dependía del presupuesto y del ánimo.
Todos los días llegaba muy tarde a mi casa, o en realidad muy temprano, porque cuando caminaba a mi casa, todos los trabajadores estaban esperando la micro para ir a laburar.
La prueba de aptitud la habíamos dado todos, pero como en todos lados, unos se salvaron de las Universidades privadas y otros no, yo quedaba por tolerable puntaje.
Ese sábado sería nuestro último carrete todos juntos y eso era nostálgico aunque no lo quisiéramos. Habíamos estado todo un verano juntos y eso era algo que no podríamos olvidar.
Como a las 6 de la tarde del día viernes, el Payno y el Osler me pasaron a buscar, para comprar lo que tanto nos hacía felices. Tomamos 2 micros y al llegar donde la tía Faustina, me di cuenta que habíamos cruzado toda la ciudad. Entramos a la casa, abrieron mi mochila y guardaron todo ahí. Eran 50 lucas de puros cogollos.
El Osler y yo, nos quedamos esperando al Payno, que había entrado en otra pieza con la tía Faustina.
- Háganla cortita.
Salió como a los 5 minutos con su bolsa personal, ese era sólo su consumo y nadie más compartía ese vicio, las drogas duras no eran para nada nuestro estilo.
Nos fuimos directo a la casa del Sándalo, porque ese era la sede para nuestro último carrete juntos. Como a las 10 de la noche empezaron con su besitos los de siempre, la Carolina y el Osler, nada serio; El Ángel y la Sabina, que eran nada más que sólo sexo; la Dense y el Pancho. Yo me senté en un sillón, el Sándalo con el Brasileño estaban poniendo un CD de Radiohead, el “OK Computer”. El Payno bailaba sólo como siempre, me paré, saqué una manzana de la cocina y el payno me siguió, me tiró de la mano y me dio un beso. Nunca me gustó, es más creo que me habría dejado si hubiese sido el Honorato, era un poco engrupido, pero igula me gustaban sus dreak block y su ropa Funk. Todo empezó en un concierto de los Chancho en Piedra, cuando tuvimos que compartir un pito para 2. La verdad es que a mi también me gustaba el Funk y eso era algo que compartíamos.
En el momento en que el Payno me tomó de la cintura me empujó a la pieza de los papás del Sándalo, él Honorato estaba jugando carioca con el Anselmo, me miró y miró sus cartas, empujé al Payno y me senté con ellos en el comedor.
- ¿Puedo jugar?
Me pasaron 12 cartas.
- 2 tríos
Comenzamos a jugar y yo no paraba de jotear al Honorato, mientras el Payno seguía molestándome.
- Mañana les voy a traer una camboyanas guerreras, van a quedar asustados con ellas
El Honorato era todo espiritual y parece que le molestó el comentario, así que se paró y se fue a la cocina.
A las 5 de la mañana me fui a mi casa, estaba pasando por fuera de la casa del Cristóbal, un niñito que es digno de profanarse, tiene como 15 y alguien me grita.
- Espérame, no vayas tan apurada.
Era el Honorato, prendí un cigarro y nos quedamos en silencio, nos sentamos en un negocio cerca de mi casa y ahí hablamos.
- Y el Payno, ¿qué onda?
- Ninguna onda.
Me acerqué a él, le empecé a hacer cariño y nos dimos un beso. La verdad es que fue un beso inocente, sin nada de calentura y después me fue a dejar a mi casa.
Cuando estaba en mi casa, pensé muchas cosas, y en especial, en la definición de un futuro que yo no me había trazado, más bien lo habían hecho mis padres. Ese sábado sería el último en el que estaríamos todos juntos y sobre todo con Honorato. El se iba a estudiar a Valparaíso y yo a Valdivia, estaríamos a 954 kilómetros de distancia, tal vez nos veríamos para los fines de semana largos. Las personas que piensan en que los pololeos a distancia resultan, o son carnudos o unos románticos sadomasoquistas. Honorato sería como los demás, sólo por un par de noches.
1998



miércoles, junio 08, 2005

Las vallas generacionales

Muchas veces me he preguntado, ¿qué tanto pesan los años?. Algunas personas piensan que las varas generacionales son demasiado influyentes en una relación... puede que tengan razón, pero sólo en el aspecto físico, por las canas, la forma de vestirse, ya que podría jurar que no en la forma de actuar.
Mis papás tienen 15 años de diferencia, ahora ya no se nota tanto, pero cuando se casaron sí. Tampoco podría ponerlos como un ejemplo de un amor eterno, ya que la verdad es que se han separado y vuelto una infinidad de veces, pero se necesitan y se quieren, eso está más que claro.
Por muchos años tenía la brillante idea de encontrar un novio, o pareja o cualquier cosa, con él que pudiera hablar de cine, literatura, deportes y los temas que comienzan a parecer interesantes a medida que se va creciendo, ahora que he analizado todo, me doy cuenta que estaba buscando a mi padre o a un hombre mayor.
Estaba un poco aburrida de los carretes, esos en los que te curas y lo pasas la raja, quería algo “más serio y cultural”.
Al final se encuentran ciertas cosas, que a veces se recogen, porque están medio destruidas. Por lo menos yo lo hice, no estoy arrepentida, ya que dicen que el que se arrepiente es tonto o tal vez para el arrepentido es el reino de los cielos.
Los años tienen historias de antes, trancas, frustraciones, complejos y todo eso... tal vez eso es más marcado después de los 25. La verdad es que se cuestionan más las cosas y eso no es siempre bueno... buscan estabilidad y relaciones que uno, no siempre puede dar. Se olvidan de vivir y uno se hunde con ellos.
Creo que comencé a vivir la vida otra vez y volví al lugar de donde nunca debí haber salido, con mi círculo que tiene mi edad. Alcancé a arrancar de las frustraciones psicópatas. Así que estoy de vuelta y por eso debo dar gracias a todos mis amigos, en especial a la Angela.

martes, junio 07, 2005

La verdadera ciudad de los perros

Si se captará algo de nuestro país, si tuviéramos la certeza de saber dónde estamos, de qué existimos, tal vez podría acostumbrarme a este lugar… pero no es así.
Desde aquí no se divisa el mar y menos aún la cordillera de los Andes que solía ver majestuosa cada vez que caminaba por las calles de mi ciudad, o pueblo como la llaman algunos.
Muchas veces creí que el entorno era lo que menos importaba, pero sólo acá me di cuenta de lo muy equivocada que estaba.
El clima es lo único favorable, lluvias casi todo el año, vientos huracanados que dan vuelta hasta los paraguas más caros comprados en Falabella y. por supuesto un frío húmedo que taladra los huesos.
Así esta ciudad, en la que hoy vivo, no por voluntad propia, si no más bien por un mal cálculo en la prueba de aptitud académica que no me permitió estar gozando del smog en Santiago. Así es esta ciudad, con mucha gente apática, que no responde con mucha cordialidad la mayoría de las veces. Un lugar, que es el segundo en Chile con más perros vagos en nuestro país, y tal vez el único que tiene a estos animales muriendo en sus calles de sarna, con la piel roja y ensangrentada de tanto rascarse, esta ciudad que los corretea de todas partes y no los deja siquiera morir tranquilos.
Este lugar te golpea con imágenes fuertes sin ninguna compasión y es capaz de destrozar el ánimo de cualquier persona, sólo con un chistar de los dedos.
Caminar por acá es algo impresionante… no por lo grande, porque es una ciudad chica con aires ridículos de metrópolis, sino por lo mal constituido de los espacios. Lo más probable es que sea una retrógrada, pero para mí las ciudades bien hechas, son tal como las mandó construir Don Pedro de Valdivia, una plaza central de donde comenzarán las calles y todo bien cuadrado, con los números claros, para no tener posibilidad alguna de perderse, acá las calles son algo que nunca terminaré de comprender, ¡caminas por una calle vertical y te das cuenta que terminas caminando en horizontal!.
Recordando un triste episodio en la verdadera ciudad de los perros. Estaba lloviendo, ¡que extraño!, toda la gente corre lejos de la orilla de la vereda, porque los automovilistas pasan rápido, nunca sabremos si es porque gozan mojando a los peatones. Se ve desde lejos una escena repetida y penosa, un pobre perro con poca suerte o principios autodestructivos, está en la cuneta, con un hilo de sangre en el hocico, tal vez tenía posibilidades de salvarse, pero nadie siquiera pensó en tratar de socorrerlo. Esas imágenes se repiten en la verdadera ciudad de los perros, una de las más importantes de este país, donde la gente tiene el ego por las nubes, o eres de la capital o del resto del terreno nacional; si eres de la capital, eres ladrón, ordinario, traficante, etc. Y si eres del resto del terreno nacional, lo más probable es que seas huaso, indio, ignorante, campesino, etc.
¿Alguna vez ellos miraran sus defectos?, yo creo que su raza todopoderosa, distinta a la del resto de los mortales, no acepta ningún tipo de defecto, esa raza que es inigualable en todo sentido y donde sólo ellos son los autóctonos de la ciudad en la que hoy vivo, la verdadera ciudad de los perros.
Escrito el primer año de Universidad 2002